El pesimismo es adictivo,
lo hacemos casi un hábito,
la lluvia nos trae egoísmo,
delicado,
apropiado para este mundo vacío,
fabricado para esta sociedad rota,
y vuelve, nos lleva con él,
de repente todo es gris,
estamos opacos frente a la realidad,
la lluvia nos regala el pensar en nosotros,
sin querer resolver,
solo queriendo unir todo aquello que está a pedazos,
por creer que el más fuerte es quien debe tener la razón,
quedarse con los privilegios,
y dejarnos en la nada.
Y caemos lento.
Nosotros mismos somos el problema,
cómo nos enfrentamos a ese egoísmo,
a ese pesimismo que nos trae mil incendios,
nos hace pensar que el fuego somos nosotros,
que somos los que apretamos el gatillo,
que avivamos la llama pensando en negativo.
Caemos en picado,
llevando como paracaídas nuestro falso optimismo.
Nos aplaca la duda,
y con ella viene la falta de equilibrio.
Aunque todo esto se esfuma justo cuando algo que te ata a la realidad aparece,
nos devuelve a nuestro rumbo y todo se vuelve claro.
Las dudas desaparecen,
el pesimismo muere,
se apagan las malas manías,
el equilibrio se olvida de marcharse,
las malas decisiones se marchitan.
El pesimismo lejos, tocado y hundido.
Quizás solo necesitamos un ancla, que nos traiga de vuelta a la realidad.
Pero esto es un círculo, si pensamos en todas las decisiones malas,
en las consecuencias, y en todo lo que se nos devuelve con ello solo atraerán cosas similares.
Duele el alma.
En honor a la verdad, nunca hubiera dudado de un tú y yo.
La lluvia nos trae los fallos de los demás,
los deja en nuestro portal,
y espera a que demos una salida,
que encontremos solución a la falsedad,
a las fechas que se olvidan, a las cosas para recordar que se encierran en ese olvido.
La lluvia nos trae nuestros errores,
esos que nos retuercen,
esos que un día llegaron a arder.
Pero aquí estamos,
fuera de todo ello,
con las luces bien encendidas, cuando rozo tus labios,
dando valor a lo bueno que nos damos entre nosotros,
salvándonos de tanta melancolía enfundada en trazos de mentira que en realidad ya ni si quiera importan.
Salvándonos de nuestros propios errores enlatados de tanta verdad, de tanta distancia.
Salvándonos, soñando(nos) a diario.
Dándonos valor.
Por que tú si,
tú me salvas a diario,
a pesar de tus caídas al olvido,
tú si,
me sanas de tanta melancolía,
de esa recetada de por vida,
de esa que me viene por defecto,
de esa que me regala la lluvia.
Tú si,
tú me resuelves,
sin tan si quiera saberlo.
·Miss.Tina·
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