de asegurarme
de no lanzarme a una piscina vacía
y así a una se le acaban las tiritas, el alcohol y los parches.
Esos que tanto me gusta gastar para que el que
siempre gana a la razón pueda seguir bombeando sin control. Menos mal
que lo que no se me acaban son las agallas para poder seguir al pie del
cañón, aquí sin dejar de parar balas".
A veces pierdes y otras ganas, o a veces simplemente pierdes las ganas.
No se trata de cambiar, sino de aprender. Aprender es crecer.
Haces planes, creas historias a base de momentos, juras compartir años.
Apuestas todo a una.
Luego aceptas que no todo tiene que ser como quieres, que los planes cambian, que el destino juega contigo.
Y sin quererlo estás ahí, donde no te esperabas, con otras compañías, creando nuevos momentos.
Nuevas historias.
Nuevas ilusiones.
Quizás totalmente opuestas.
Y todo se repite, te das cuenta que debes aprovechar cada buena cosa que hayas podido recoger de esa experiencia, juntarla con lo no tan bueno, y aprender.
Que solo quedas tú, solo prevalece lo que sentiste, lo que aprendiste y tú.
Por mucho que quieras que quede algo más.
Es lo que tiene arriesgarse, esas son las consecuencias al apostar, esa misma apuesta tal vez nunca haya sido ni tan si quiera correspondida.
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